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sábado, 22 de enero de 2011

Vaya con Dios Doña Lydia

Nunca se lo dije, sin embargo siempre sentí una gran gran admiración por su actitud hacia la vida; a pesar de todas las razones que había para limitarse, no lo hizo.

Dios quizo que hoy usted se reencontrara con Él, ya era tiempo de descansar.

Estoy seguro que la huella que ha dejado en su familia será imborrable y siempre recordaremos con cariño su sentido del humor, su amor por la vida y por su familia.

Tuvo usted la dicha de tener un esposo ejemplar, a sus setenta y tantos, parecía un jovencito, siempre imparables.

La recordaremos con cariño.

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