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miércoles, 2 de marzo de 2011

Mi abuelo y el dinero

Mi abuelo me dio grandes lecciones de negocios sin proponérselo, el estaba muy orgulloso de ser comerciante. Hizo su patrimonio de la nada, desgastándose la vida en ello, pero era feliz contando las historias que lo llevaron hasta ahí.

Mi abuelo era muy consciente de lo que cuesta el dinero y por esto tenía cierta fama de ser “frugal”; tacaño también sería una palabra adecuada. Por supuesto que había excepciones; con la comida, por ejemplo, no escatimaba en comida. “Para que alcance tiene que sobrar”, decía. Pero sacarle una moneda era dificilísimo.

Cuando un nieto o un hijo se atrevía a pedirle dinero tendría que aguantar un par de horas mientras le contaba lo mal que estaban los negocios. Uno terminaba queriéndole dar unos cuantos pesos para ayudarle. No tengo pisto, repetía.

Alguna vez me explicó como manejaba su caja chica, es decir los dos rollos de billetes que siempre andaba en los pantalones; en una bolsa andaba su dinero, unos cuantos billetes de baja denominación. En lo otra unos cuantos miles, este es el dinero del negocio, no es mío.

Siempre creí que mi abuelo estaba dispuesto a enseñarte cómo hacer dinero, sin embargo, nadie de los que le pedía tenía la paciencia para aprender eso.

El profesor William Sahlman de la Universidad de Harvard dice: “Más efectivo es preferible a menos efectivo. El efectivo más pronto es preferible al efectivo después. El efectivo seguro es preferible al efectivo riesgoso. Nunca te quedes sin efectivo.”

Esto lo tenía claro mi abuelo, él lo aprendió en un país tercermundista.

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